Prisionero desde hacía 37 días, Ed miró por la pequeña ventana de su celda.
Vió la pradera, se veía verde y floreciente.
Los rayos del sol se hacian ver entre las pequeñas hojas de los árboles,
mientras el viento, a su paso, jugaba con las formas y el color.
Sus ojos estaban perdidos y maravillados a la vez,
sabía que el final estaba proximo, pero ¡qué maravilloso atardecer!
Allí se quedó, hasta que el ultimo rayo de sol se ausentó,
apoyando su rostro contra la fría piedra, esperando..
solo esperando.
23.1.12
5.1.12
Descubrir[se]
Y llegó ese día,
en el que el descubrimiento se hizo presente,
llegó después de un largo viaje,
luego de haber transitado caminos,
de haber andado entre sentimientos,
lágrimas y amor.
cada paso que dió fue en firme,
con temor pero avanzando.
el miedo y la inseguridad lo envolvieron
como una ráfaga de viento en una tormenta de verano.
la brisa lo transformó,
le hizo ver su dolor y sus miserias
a orillas del río del dolor, se sentó,
y decidió que era tiempo de dejar de lastimar y sanar las heridas.
así, descubrió un espacio en su corazón que aún desconocía,
y comenzó un nuevo capítulo,
perdonandose a sí mismo, por descubrir algo feo dentro de sí.
tras un rato, una idea rondó su cabeza:
descubrirse es un regalo increible que la vida nos está dando,
para conocernos y mejorar los aspectos que no nos hacen felices.
en el que el descubrimiento se hizo presente,
llegó después de un largo viaje,
luego de haber transitado caminos,
de haber andado entre sentimientos,
lágrimas y amor.
cada paso que dió fue en firme,
con temor pero avanzando.
el miedo y la inseguridad lo envolvieron
como una ráfaga de viento en una tormenta de verano.
la brisa lo transformó,
le hizo ver su dolor y sus miserias
a orillas del río del dolor, se sentó,
y decidió que era tiempo de dejar de lastimar y sanar las heridas.
así, descubrió un espacio en su corazón que aún desconocía,
y comenzó un nuevo capítulo,
perdonandose a sí mismo, por descubrir algo feo dentro de sí.
tras un rato, una idea rondó su cabeza:
descubrirse es un regalo increible que la vida nos está dando,
para conocernos y mejorar los aspectos que no nos hacen felices.
19.3.11
Begin.
Y finalmente encontró un nuevo camino,
un nuevo inicio.
Transitó sin prisa pero sin pausa,
sintió los aromas, las texturas;
los vientos fueron traslando su cuerpo,
como si invitaran a descifrar nuevas aventuras.
Inició su camino,
comenzó su nueva vida.
Creyó, vivió e imaginó cada detalle
de ese pequeño acontecimiento.
Corrió bajo el Sol pensando en nada,
sintiendo la libertad bajo sus alas
con sus ojos mirando el cielo y su pelo
seducido por las brisas del bosque.
La Libertad habia dado sus frutos,
la plenitud lo cautivaba.
Era tiempo de Crecer,
Era tiempo de Volar,
Ese, era el tiempo de Soñar.
un nuevo inicio.
Transitó sin prisa pero sin pausa,
sintió los aromas, las texturas;
los vientos fueron traslando su cuerpo,
como si invitaran a descifrar nuevas aventuras.
Inició su camino,
comenzó su nueva vida.
Creyó, vivió e imaginó cada detalle
de ese pequeño acontecimiento.
Corrió bajo el Sol pensando en nada,
sintiendo la libertad bajo sus alas
con sus ojos mirando el cielo y su pelo
seducido por las brisas del bosque.
La Libertad habia dado sus frutos,
la plenitud lo cautivaba.
Era tiempo de Crecer,
Era tiempo de Volar,
Ese, era el tiempo de Soñar.
26.2.11
Vida
Vida es Pasión,
Amor y Convicción.
Vida es Crecer,
Afrontar y Avanzar.
Vida es Creer,
Crear y Amar.
Vivir la vida:
Escuchar al corazón,
y seguir la pasión.
vivir la vida:
Ser uno mismo,
ser fiel, amar sin temer,
escuchar y comprender,
correr y sentir,
llorar y reir.
Vivir la vida:
Tomar el riesgo,
generar el cambio,
impulsar el suceso,
vibrar de emoción,
y no temer al corazón.
Vivir la vida:
Soñar despierto,
dejarse llevar,
abrirse a lo inesperado.
nota del autor.
Vida:
Quiero que cada día que pases a mi lado
seas auténtica, intensa y llena de pasión,
que me hagas vibrar, que me dejes amarte
y diseñarte tal cual te soñé.
Es porque te amo que decidí tomar el riesgo
de vivirte plenamente.
yo.
Amor y Convicción.
Vida es Crecer,
Afrontar y Avanzar.
Vida es Creer,
Crear y Amar.
Vivir la vida:
Escuchar al corazón,
y seguir la pasión.
vivir la vida:
Ser uno mismo,
ser fiel, amar sin temer,
escuchar y comprender,
correr y sentir,
llorar y reir.
Vivir la vida:
Tomar el riesgo,
generar el cambio,
impulsar el suceso,
vibrar de emoción,
y no temer al corazón.
Vivir la vida:
Soñar despierto,
dejarse llevar,
abrirse a lo inesperado.
nota del autor.
Vida:
Quiero que cada día que pases a mi lado
seas auténtica, intensa y llena de pasión,
que me hagas vibrar, que me dejes amarte
y diseñarte tal cual te soñé.
Es porque te amo que decidí tomar el riesgo
de vivirte plenamente.
yo.
5.2.11
Descubrir.
Perdido entre palabras y pensamientos corrí hacia lo más intenso de mí ser, me perdí en mi alma y nadé en un sinfín de amor.
Hice carne en mí de lo más sentido en la vida, apasioné mi ser frente al goce del vivir.
Vi escurrir una lágrima en mi mejilla, al tiempo que las ráfagas golpeaban mi integridad y luchaba por mantenerme en pie.
De pronto una ráfaga voló mi mente y logre verme: indefenso, sin coraza y sangrando amor.
Escuché a mi corazón y deje que me guie en el camino hacia la paz interior. Limpie mi alma mientras sentía como el viento envolvía mi cuerpo, al tiempo que seguía sintiendo la amenaza de aquellos golpes letales en mí.
De pronto un golpe me expulso de la tormenta, y me vi sobre la arena, solo yo; solo mi ser, con mi alma hecha añicos.
Llore y llore sin parar hasta que de pronto sentí escalofríos y miré hacia el piso: ahí estaba, sin nada más que mi ser y los restos de mi alma, purificada aunque destrozada.
Comencé a unirla, la llene de amor y de mi ser.
Fue la pasión quien la logro ensamblar mientras el amor y el perdón quien logro revivirla.
De pronto las ideas se hacían claras, de pronto la tormenta daba paso a la paz.
Me puse de pie y logre mirar el horizonte, era celeste y lleno de vida.
Era el amor quien había preparado eso para mí, era su modo de decir: no estás solo, aquí estoy.
Hice carne en mí de lo más sentido en la vida, apasioné mi ser frente al goce del vivir.
Vi escurrir una lágrima en mi mejilla, al tiempo que las ráfagas golpeaban mi integridad y luchaba por mantenerme en pie.
De pronto una ráfaga voló mi mente y logre verme: indefenso, sin coraza y sangrando amor.
Escuché a mi corazón y deje que me guie en el camino hacia la paz interior. Limpie mi alma mientras sentía como el viento envolvía mi cuerpo, al tiempo que seguía sintiendo la amenaza de aquellos golpes letales en mí.
De pronto un golpe me expulso de la tormenta, y me vi sobre la arena, solo yo; solo mi ser, con mi alma hecha añicos.
Llore y llore sin parar hasta que de pronto sentí escalofríos y miré hacia el piso: ahí estaba, sin nada más que mi ser y los restos de mi alma, purificada aunque destrozada.
Comencé a unirla, la llene de amor y de mi ser.
Fue la pasión quien la logro ensamblar mientras el amor y el perdón quien logro revivirla.
De pronto las ideas se hacían claras, de pronto la tormenta daba paso a la paz.
Me puse de pie y logre mirar el horizonte, era celeste y lleno de vida.
Era el amor quien había preparado eso para mí, era su modo de decir: no estás solo, aquí estoy.
30.1.11
Amor, Amar, Poder & Cambio.
Sintió fuertes sonidos pero decidió hacer oídos sordos. El miedo lo paralizó y trato de conciliar nuevamente el sueño.
Intentó perderse en los oscuros pensamientos de su subconsciente pero solo obtuvo respuestas negativas e imágenes que no quería volver a recordar. Una y otra vez giró en su cama hasta sentirse tan incomodo, mal y dolido que acabó por desistir a la idea de retornar a un mundo carente de conciencia.
Puso sus pies sobre la oscura madera de aquella enorme habitación y rápidamente se impulsó para ir al baño.
Caminó hacia allí sin mucha prisa y encendió las luces. Se miro al espejo y noto la mala cara propia de una terrible noche sin descanso. Tras un rato, decidió buscar un té y regresar a la habitación.
Se detuvo por un momento y recordó al amor. Se pregunto donde estaría y que sería de él en ese momento. Una vez más trató de ahogar conciencia pero no lo logró.
Miro por la ventana y no encontró sosiego.
Tras servirse el té, volvió a su cama.
Tras un rato de lectura, pensó en el amor y su papel protagónico en la vida de las personas.
El afecto y la pureza de su composición, el amor hacia la vida; el universo y el prójimo.
Más aun, el amor y la compañía. Sería realmente cierta la idea de un alma gemela en este mundo?
Sería el amor la respuesta al caos del universo? Sería ese, el poder más grande que las personas tienen a su alcance? La solución y el camino hacia el cambio de todo aquel que este viviendo sucesos lastimosos?
Las preguntas caían una tras otra mientras su única idea era volver al sueño.
Tomo su pequeña libreta amarilla y apuntó:
Amor, Amar, Poder, Cambio.
La mañana lo encontró bastante temprano y con una mala noche acuestas. Miró su reloj y confirmó sus temores: aún no era tiempo de comenzar la rutina.
Nuevamente se tildó pensando sobre el amor.
Los días anteriores habían sido dolorosos y difíciles: la partida de un ser querido y el despecho posterior a la pérdida de un amor probablemente habían perturbado su estadio de rutina habitual.
No había día que no dejara caer un par de lágrimas por el hombre que le había dado felicidad a borbotones durante varios años.
De repente, una loca idea vino a su mente:
Quizá no era el amor el que producía tristeza, dolor y lamentos, quizá era el uso que las personas hacían de este sentimiento, el que era capaz de ser dañino con el corazón.
Más aun, quizá hasta era necesario un manual acerca del si y el no sobre el amor.
Estábamos realmente preparados para utilizar este poder con el prójimo? Somos realmente conscientes del manejo que hacemos del amor.
Tan solo segundos después, una sonrisa apareció en su cansado rostro.
Rápidamente volvió a su habitación, tomo su anotador y apuntó.
El amor, quizá sea ideal, más el uso y falta de conocimiento de aquellos que lo portamos, puede ser letal para el prójimo.
El amor, el poder más grande que he conocido, me ha hecho vivir un estado de gracia plena tan grande que jamás podría negarme la posibilidad de vivirlo nuevamente.
El amor seguramente no es perfecto, más la vida no necesita esa perfección.
Se debe vivir cada día con el amor del modo más intenso posible, rodeado de sueños y de todo aquello que haga valerosa la estadía en este mundo; de eso se trata el vivir.
Cerró su anotador y decidió comenzar un nuevo día…
Intentó perderse en los oscuros pensamientos de su subconsciente pero solo obtuvo respuestas negativas e imágenes que no quería volver a recordar. Una y otra vez giró en su cama hasta sentirse tan incomodo, mal y dolido que acabó por desistir a la idea de retornar a un mundo carente de conciencia.
Puso sus pies sobre la oscura madera de aquella enorme habitación y rápidamente se impulsó para ir al baño.
Caminó hacia allí sin mucha prisa y encendió las luces. Se miro al espejo y noto la mala cara propia de una terrible noche sin descanso. Tras un rato, decidió buscar un té y regresar a la habitación.
Se detuvo por un momento y recordó al amor. Se pregunto donde estaría y que sería de él en ese momento. Una vez más trató de ahogar conciencia pero no lo logró.
Miro por la ventana y no encontró sosiego.
Tras servirse el té, volvió a su cama.
Tras un rato de lectura, pensó en el amor y su papel protagónico en la vida de las personas.
El afecto y la pureza de su composición, el amor hacia la vida; el universo y el prójimo.
Más aun, el amor y la compañía. Sería realmente cierta la idea de un alma gemela en este mundo?
Sería el amor la respuesta al caos del universo? Sería ese, el poder más grande que las personas tienen a su alcance? La solución y el camino hacia el cambio de todo aquel que este viviendo sucesos lastimosos?
Las preguntas caían una tras otra mientras su única idea era volver al sueño.
Tomo su pequeña libreta amarilla y apuntó:
Amor, Amar, Poder, Cambio.
La mañana lo encontró bastante temprano y con una mala noche acuestas. Miró su reloj y confirmó sus temores: aún no era tiempo de comenzar la rutina.
Nuevamente se tildó pensando sobre el amor.
Los días anteriores habían sido dolorosos y difíciles: la partida de un ser querido y el despecho posterior a la pérdida de un amor probablemente habían perturbado su estadio de rutina habitual.
No había día que no dejara caer un par de lágrimas por el hombre que le había dado felicidad a borbotones durante varios años.
De repente, una loca idea vino a su mente:
Quizá no era el amor el que producía tristeza, dolor y lamentos, quizá era el uso que las personas hacían de este sentimiento, el que era capaz de ser dañino con el corazón.
Más aun, quizá hasta era necesario un manual acerca del si y el no sobre el amor.
Estábamos realmente preparados para utilizar este poder con el prójimo? Somos realmente conscientes del manejo que hacemos del amor.
Tan solo segundos después, una sonrisa apareció en su cansado rostro.
Rápidamente volvió a su habitación, tomo su anotador y apuntó.
El amor, quizá sea ideal, más el uso y falta de conocimiento de aquellos que lo portamos, puede ser letal para el prójimo.
El amor, el poder más grande que he conocido, me ha hecho vivir un estado de gracia plena tan grande que jamás podría negarme la posibilidad de vivirlo nuevamente.
El amor seguramente no es perfecto, más la vida no necesita esa perfección.
Se debe vivir cada día con el amor del modo más intenso posible, rodeado de sueños y de todo aquello que haga valerosa la estadía en este mundo; de eso se trata el vivir.
Cerró su anotador y decidió comenzar un nuevo día…
7.11.10
Peregrinacion (Parte II)
La mañana me encontró con ansiedad. Después de dar vueltas toda la noche, finalmente amanecí. Como todas las mañanas, fui al baño y me dí una ducha.
Ese día mi cara no era la de todas las mañanas: tenía los ojos tan hinchados que ni quería mirarme en el espejo. Cuando logré tomar el coraje suficiente para hacerlo, lo vi todo. Tenía marcas en el cuello, en los brazos y la cara hinchada de dormirme con lágrimas en los ojos.
Traté de no pensar y solo actuar. Abrí el agua caliente y me metí en la bañera. Al cabo de un rato, ya estaba listo para empezar a cambiarme. Me cambié y rápidamente comencé a llevar las valijas hacia la puerta de entrada. No pude evitar entrar a la cocina y verlos a los dos desayunando. El dolor no se hacia presente en sus miradas, o si estaba, lo disimulaban a la perfección.
Continué llevando los bolsos y las valijas. Decidí solo llevarme lo imprescindible para ganar tiempo y hacer más ágil la despedida.
Miré el reloj, eran 10.50. A las 11 comenzaría mi nueva vida: la casa de Julia sería mi hogar provisorio.
Desde chicos Julia y yo habíamos sido como hermanos, un poco por destino y un poco por elección. Nos habíamos conocido cuando teníamos 9 años, entrando al 5º grado del primario. Recuerdo el primer día que la conocí: tenía trenzas rubias oscuras y un lunar al estilo Marilyn.
Con el paso de los días nos fuimos acercando y comencé a conocerla más. Al igual que yo, era de Sagitario y más aún, éramos del mismo día. La coincidencia no hizo mas que llenarnos de risas y comparaciones que rápidamente derivaron en el comienzo de una amistad.
Fue una de las pocas personas que estuvo en los momentos más difíciles que me toco atravesar, tanto familiares como personales. Siempre estuvo ahí para apoyarme o darme una palabra de aliento.
Fue ella también a quien le confesé por primera vez aquel verano antes de comenzar la universidad mi homosexualidad y la enorme confusión y temor que me atormentaba en ese momento.
No tarde en tomar una determinación y agarré el teléfono. Sin pensarlo marque el número de aquella remisería de confianza y tan solo unos segundos después un asistente me estaba enviando un auto a mi casa.
Los minutos que me separaron de aquel viaje sin retorno se hicieron eternos. Intenté no pensar pero no lo logré. Los interrogantes rodeaban mi cabeza a toda prisa y el futuro sin planificación alguno se hacia presente en esa tibia mañana.
Escuché un auto. Al instante miré por la pequeña ventana de la cocina. Un coche rojo circulaba despacio en búsqueda de una dirección. Dejé que encontrara mi número mientras comenzaba la peregrinación hacia el garage con todas mis pertenencias.
Bolso tras bolso sentía una rara sensación: la libertad en su máximo esplendor y el dolor de saber que aquel, seria el último día en que compartiría algo con ellos. Continué cargando mis cosas en el auto y siguiendo mis impulsos, cerré la puerta de mi casa y rápidamente subí al remis. Tras un rato ya estaba abrazado a Julia, intentando olvidar los meses de infierno.
Desde chico siempre fui exigido. El mejor alumno, el mejor hijo, el mejor hermano, el mejor compañero. Las presiones siempre fueron parte de mí. Un poco por ser el hijo mayor de un matrimonio que planeó la llegada al mundo de sus dos hijos y un poco por la sobreexigencia con la que fui criado.
Mi mamá, hija y nieta única, siempre vivió bajo presiones, propias y ajenas aprendiendo a ser la mejor en todo y con esos preceptos fuimos criados nosotros.
Siempre, desde que tengo uso de razón, lo que más la preocupo fueron las apariencias y lo que el resto diga. Pues no era extraño que la homosexualidad de su hijo haya sido para ella algo trágico. Sus pensamientos más concurrentes eran: -Que van a decir la familia, los amigos, etc.…
Parecía que su vida sucedía dentro de una vidriera, en la que se “debe” lucir magnifico y mostrar lo perfección en la vida, el matrimonio y los hijos.
Mi padre, en cambio, siempre fue menos interesado en esas cosas y trató de vivir su vida sin hacer caso a críticas ni comentarios. Contra todos los pronósticos y toda su familia, eligió a mi mamá para formar su vida; que paradójico que, justo ella, fanática del “que dirán”, formara parta de la vida de él, alguien que nunca le dio importancia a eso.
Bajé del auto y toqué el timbre. Con la ayuda del taxista bajé todos los bolsos y valijas que llevaba conmigo. En un instante se abrió la puerta, Julia me dió un abrazo enorme, esos que no tienen lugar ni tiempo, esos que hacen que todo y todos por un instante desaparezcan de nuestra mente; detrás Mariano y Sofía, los papas de Julia, se acercaron a nosotros. Luego de los saludos, entramos todo el equipaje al hall de la vieja casa chorizo.
Cerramos la puerta. Finalmente, me saqué los anteojos y dejé ver mis ojos. El dolor se reflejaba en mi cara y mis ojos daban cuenta de eso; rojos e hinchados se presentaron ante el pequeño hall beige. Julia me abrazó por segunda vez y me acarició la espalda.
Entre los dos llevamos todos los bolsos a la habitación. Eran varias valijas, algunos bolsos de manos con objetos personales y un bolso con mi pequeña computadora personal. Nos sentamos en la cama y comencé a contarle mi historia.
-No se como llegamos a esto. No puedo creer todo lo que pasó. Estoy todavía en shock. La única imagen que tengo en mi mente es un nudo de gente peleando sobre una cama, dije con los ojos llenos de lágrimas…
-Pero, como empezó todo, preguntó ella.
No tardé en responderle y desahogar mi dolor. -Yo había llegado del trabajo y me había puesto a ordenar mi habitación. Al rato, comenzó la pesadilla de aquella noche. Primero sus preguntas al aire sobre el paradero de aquel viejo libro de filosofía y luego sus acusaciones contra mí.
-Sos un chorro, gritó con su voz ronca. Me estas robando un libro.
Yo no tardé en responderle. –El libro es mío. Me lo compraron para el colegio, tengo todo el derecho de llevármelo…dije mirándola a los ojos.
-Lo pagué yo, es mío. Sos un chorro. Y anda a saber todas las cosas que te estas robando en las cajas que te llevas… continuó diciendo.
En ese momento, con toda la furia que tenía adentro, fui hasta el living, tomé una de las cajas, la abrí y agarré el libro. Apagué rápidamente la luz, y me dirigí a su habitación. Entré y del peor modo posible, le dije: -Acá tenes tu libro, imbécil. Y revoleé el libro contra su pierna.
Por segunda vez, comenzó a dejar fluir los peores insultos. Acá nadie te quiere, gritaba. Yo mientras tanto, no dejaba de insultarla y responder a sus ataques con más de lo mismo. Mi papá no tardó en intervenir en su defensa.
-Andate a dormir. Agarra tus cosas y salí de acá porque te parto como un queso, decía él. La situación se ponía peor con el paso de los minutos y el inminente final se aproximaba como el desenlace de una tragedia griega.
Los insultos no tardaron en subir de tono. Mientras ella seguía lastimando verbalmente, Él, continuaba intentando hacerlo físicamente. Finalmente sucedió. Me pegó. Agarró mi cuello y lo presionó con fuerza.
En ese momento de mi narración, no pude contener mis lágrimas. Comenzaron a fluir a toda prisa por mi rostro, marcado por el sufrimiento más profundo. Intenté calmarme y continuar mi historia…
-Mi hermano, entre tanto, trató de separarnos, continué, pero no pudo hacerlo. Después de un rato de intentarlo se encerró en su cuarto y no volvió a salir.
De fondo, vacilaciones e insultos se hacían presentes. Yo estaba en crisis: lágrimas y dolor se mezclaban en aquella noche cálida de marzo. Continué mi defensa, como mejor pude, pero una nueva tempestad se acercaba. –Sos un puto de mierda y a tu padre y a mi nos avergonzas, dijo ella sentada en su cama. Destrozado por sus dichos y segado por la tristeza de escuchar algo así de mi madre, la agarre de la muñeca y grité con todas mis fuerzas, -nunca más vuelvas a decirme así hija de mil puta… ella, arrogante e histérica decía: -Dale, pegame así llamo a la policía. –Dale. Mi papá, se acercó a la cama, y empezó a tirarme de una pierna para que la suelte a ella, mientras ella continuaba desafiándome. Mi hermano volvió a intentar separarnos, nuevamente sin éxito. Esa es la imagen que no puedo borrarme de la mente, dije en voz baja a Julia, mientras ella me miraba atónita. Y Continué…Logró que la suelte y me volvió a pegar, pero esta vez, me defendí. Llorando a mares empecé a pegarle con el puño cerrado en el pecho y los hombros mientras lo insultaba.
Pasaron solo unos minutos hasta que tomé la decisión final: me encerré en mi habitación y ahí, decidí que era momento de terminar esta relación enfermiza que nos unía: ellos jamás comprenderían ni respetarían mi homosexualidad y yo jamás cedería en mi felicidad para darles el gusto…
Unos instantes después apoyé mi cabeza contra un almohadón verde mientras Julia me acariciaba la espalda.
-Están enfermos, dijo ella. Lo mejor que te pudo pasar es irte de ahí. No es justo que tengas que pasar por esto. Vos ya tuviste el momento adecuado para madurar tu sexualidad, y no tenes que pasar la maduración de nadie más. Vos sos feliz como sos, y al que no le guste, que no forme parte de tu vida.
Y Ahí nos quedamos, sentados los dos, pensando en lo que había pasado y en lo que vendría.
Ese día mi cara no era la de todas las mañanas: tenía los ojos tan hinchados que ni quería mirarme en el espejo. Cuando logré tomar el coraje suficiente para hacerlo, lo vi todo. Tenía marcas en el cuello, en los brazos y la cara hinchada de dormirme con lágrimas en los ojos.
Traté de no pensar y solo actuar. Abrí el agua caliente y me metí en la bañera. Al cabo de un rato, ya estaba listo para empezar a cambiarme. Me cambié y rápidamente comencé a llevar las valijas hacia la puerta de entrada. No pude evitar entrar a la cocina y verlos a los dos desayunando. El dolor no se hacia presente en sus miradas, o si estaba, lo disimulaban a la perfección.
Continué llevando los bolsos y las valijas. Decidí solo llevarme lo imprescindible para ganar tiempo y hacer más ágil la despedida.
Miré el reloj, eran 10.50. A las 11 comenzaría mi nueva vida: la casa de Julia sería mi hogar provisorio.
Desde chicos Julia y yo habíamos sido como hermanos, un poco por destino y un poco por elección. Nos habíamos conocido cuando teníamos 9 años, entrando al 5º grado del primario. Recuerdo el primer día que la conocí: tenía trenzas rubias oscuras y un lunar al estilo Marilyn.
Con el paso de los días nos fuimos acercando y comencé a conocerla más. Al igual que yo, era de Sagitario y más aún, éramos del mismo día. La coincidencia no hizo mas que llenarnos de risas y comparaciones que rápidamente derivaron en el comienzo de una amistad.
Fue una de las pocas personas que estuvo en los momentos más difíciles que me toco atravesar, tanto familiares como personales. Siempre estuvo ahí para apoyarme o darme una palabra de aliento.
Fue ella también a quien le confesé por primera vez aquel verano antes de comenzar la universidad mi homosexualidad y la enorme confusión y temor que me atormentaba en ese momento.
No tarde en tomar una determinación y agarré el teléfono. Sin pensarlo marque el número de aquella remisería de confianza y tan solo unos segundos después un asistente me estaba enviando un auto a mi casa.
Los minutos que me separaron de aquel viaje sin retorno se hicieron eternos. Intenté no pensar pero no lo logré. Los interrogantes rodeaban mi cabeza a toda prisa y el futuro sin planificación alguno se hacia presente en esa tibia mañana.
Escuché un auto. Al instante miré por la pequeña ventana de la cocina. Un coche rojo circulaba despacio en búsqueda de una dirección. Dejé que encontrara mi número mientras comenzaba la peregrinación hacia el garage con todas mis pertenencias.
Bolso tras bolso sentía una rara sensación: la libertad en su máximo esplendor y el dolor de saber que aquel, seria el último día en que compartiría algo con ellos. Continué cargando mis cosas en el auto y siguiendo mis impulsos, cerré la puerta de mi casa y rápidamente subí al remis. Tras un rato ya estaba abrazado a Julia, intentando olvidar los meses de infierno.
Desde chico siempre fui exigido. El mejor alumno, el mejor hijo, el mejor hermano, el mejor compañero. Las presiones siempre fueron parte de mí. Un poco por ser el hijo mayor de un matrimonio que planeó la llegada al mundo de sus dos hijos y un poco por la sobreexigencia con la que fui criado.
Mi mamá, hija y nieta única, siempre vivió bajo presiones, propias y ajenas aprendiendo a ser la mejor en todo y con esos preceptos fuimos criados nosotros.
Siempre, desde que tengo uso de razón, lo que más la preocupo fueron las apariencias y lo que el resto diga. Pues no era extraño que la homosexualidad de su hijo haya sido para ella algo trágico. Sus pensamientos más concurrentes eran: -Que van a decir la familia, los amigos, etc.…
Parecía que su vida sucedía dentro de una vidriera, en la que se “debe” lucir magnifico y mostrar lo perfección en la vida, el matrimonio y los hijos.
Mi padre, en cambio, siempre fue menos interesado en esas cosas y trató de vivir su vida sin hacer caso a críticas ni comentarios. Contra todos los pronósticos y toda su familia, eligió a mi mamá para formar su vida; que paradójico que, justo ella, fanática del “que dirán”, formara parta de la vida de él, alguien que nunca le dio importancia a eso.
Bajé del auto y toqué el timbre. Con la ayuda del taxista bajé todos los bolsos y valijas que llevaba conmigo. En un instante se abrió la puerta, Julia me dió un abrazo enorme, esos que no tienen lugar ni tiempo, esos que hacen que todo y todos por un instante desaparezcan de nuestra mente; detrás Mariano y Sofía, los papas de Julia, se acercaron a nosotros. Luego de los saludos, entramos todo el equipaje al hall de la vieja casa chorizo.
Cerramos la puerta. Finalmente, me saqué los anteojos y dejé ver mis ojos. El dolor se reflejaba en mi cara y mis ojos daban cuenta de eso; rojos e hinchados se presentaron ante el pequeño hall beige. Julia me abrazó por segunda vez y me acarició la espalda.
Entre los dos llevamos todos los bolsos a la habitación. Eran varias valijas, algunos bolsos de manos con objetos personales y un bolso con mi pequeña computadora personal. Nos sentamos en la cama y comencé a contarle mi historia.
-No se como llegamos a esto. No puedo creer todo lo que pasó. Estoy todavía en shock. La única imagen que tengo en mi mente es un nudo de gente peleando sobre una cama, dije con los ojos llenos de lágrimas…
-Pero, como empezó todo, preguntó ella.
No tardé en responderle y desahogar mi dolor. -Yo había llegado del trabajo y me había puesto a ordenar mi habitación. Al rato, comenzó la pesadilla de aquella noche. Primero sus preguntas al aire sobre el paradero de aquel viejo libro de filosofía y luego sus acusaciones contra mí.
-Sos un chorro, gritó con su voz ronca. Me estas robando un libro.
Yo no tardé en responderle. –El libro es mío. Me lo compraron para el colegio, tengo todo el derecho de llevármelo…dije mirándola a los ojos.
-Lo pagué yo, es mío. Sos un chorro. Y anda a saber todas las cosas que te estas robando en las cajas que te llevas… continuó diciendo.
En ese momento, con toda la furia que tenía adentro, fui hasta el living, tomé una de las cajas, la abrí y agarré el libro. Apagué rápidamente la luz, y me dirigí a su habitación. Entré y del peor modo posible, le dije: -Acá tenes tu libro, imbécil. Y revoleé el libro contra su pierna.
Por segunda vez, comenzó a dejar fluir los peores insultos. Acá nadie te quiere, gritaba. Yo mientras tanto, no dejaba de insultarla y responder a sus ataques con más de lo mismo. Mi papá no tardó en intervenir en su defensa.
-Andate a dormir. Agarra tus cosas y salí de acá porque te parto como un queso, decía él. La situación se ponía peor con el paso de los minutos y el inminente final se aproximaba como el desenlace de una tragedia griega.
Los insultos no tardaron en subir de tono. Mientras ella seguía lastimando verbalmente, Él, continuaba intentando hacerlo físicamente. Finalmente sucedió. Me pegó. Agarró mi cuello y lo presionó con fuerza.
En ese momento de mi narración, no pude contener mis lágrimas. Comenzaron a fluir a toda prisa por mi rostro, marcado por el sufrimiento más profundo. Intenté calmarme y continuar mi historia…
-Mi hermano, entre tanto, trató de separarnos, continué, pero no pudo hacerlo. Después de un rato de intentarlo se encerró en su cuarto y no volvió a salir.
De fondo, vacilaciones e insultos se hacían presentes. Yo estaba en crisis: lágrimas y dolor se mezclaban en aquella noche cálida de marzo. Continué mi defensa, como mejor pude, pero una nueva tempestad se acercaba. –Sos un puto de mierda y a tu padre y a mi nos avergonzas, dijo ella sentada en su cama. Destrozado por sus dichos y segado por la tristeza de escuchar algo así de mi madre, la agarre de la muñeca y grité con todas mis fuerzas, -nunca más vuelvas a decirme así hija de mil puta… ella, arrogante e histérica decía: -Dale, pegame así llamo a la policía. –Dale. Mi papá, se acercó a la cama, y empezó a tirarme de una pierna para que la suelte a ella, mientras ella continuaba desafiándome. Mi hermano volvió a intentar separarnos, nuevamente sin éxito. Esa es la imagen que no puedo borrarme de la mente, dije en voz baja a Julia, mientras ella me miraba atónita. Y Continué…Logró que la suelte y me volvió a pegar, pero esta vez, me defendí. Llorando a mares empecé a pegarle con el puño cerrado en el pecho y los hombros mientras lo insultaba.
Pasaron solo unos minutos hasta que tomé la decisión final: me encerré en mi habitación y ahí, decidí que era momento de terminar esta relación enfermiza que nos unía: ellos jamás comprenderían ni respetarían mi homosexualidad y yo jamás cedería en mi felicidad para darles el gusto…
Unos instantes después apoyé mi cabeza contra un almohadón verde mientras Julia me acariciaba la espalda.
-Están enfermos, dijo ella. Lo mejor que te pudo pasar es irte de ahí. No es justo que tengas que pasar por esto. Vos ya tuviste el momento adecuado para madurar tu sexualidad, y no tenes que pasar la maduración de nadie más. Vos sos feliz como sos, y al que no le guste, que no forme parte de tu vida.
Y Ahí nos quedamos, sentados los dos, pensando en lo que había pasado y en lo que vendría.
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